En un mundo que celebra la hiperproductividad y el “trabajar sin parar,” el costo de nuestra salud mental rara vez se pone sobre la mesa.

En una profunda entrevista con la psicóloga laboral Ginger Bejarano, se ilumina un fenómeno cada vez más común: el síndrome del trabajador quemado, o burnout. Más que un simple cansancio, es un estado de agotamiento crónico que afecta nuestra capacidad de pensar, crear y disfrutar de la vida.

La experta desafía la idea de que “mientras más haces, mejor eres.” Esta mentalidad, muy extendida, nos atrapa en un círculo vicioso de sobreexigencia que a menudo enmascara una relación poco saludable con el trabajo.

El éxito, nos recuerda, no se mide solo por lo que acumulamos, sino por la calidad de vida que construimos. ¿De qué sirve comprar un auto nuevo si solo se usa para ir al trabajo?

La clave para liberarse, según Bejarano, reside en invertir la lógica: en lugar de hacer para tener y luego ser, debemos primero ser, para luego hacer, y así tener.

Es una invitación a priorizar nuestra persona, nuestros límites y nuestro bienestar por encima de las expectativas externas.

La conversación también arroja luz sobre el papel crucial de los líderes y las empresas. Una cultura organizacional que carece de empatía y claridad puede ser un caldo de cultivo para la ansiedad.

Un líder consciente no solo supervisa tareas, sino que también se preocupa por el bienestar de su equipo, ofreciendo reconocimiento y, si es necesario, refiriendo a profesionales.

Finalmente, el mensaje es claro y contundente: no hay que estar “enfermo” para querer estar “bien.”

La búsqueda de la salud mental es un camino que todos deberíamos recorrer. Se trata de poner límites, reconocer los mitos de la productividad perfecta que vemos en redes sociales y, sobre todo, de tomar la decisión de priorizar nuestra paz.

La verdadera libertad laboral comienza cuando aprendemos a decir “basta” y a cuidar de nosotros mismos.